lunes, 28 de septiembre de 2015

El Fin de TODO.

Los “teóricos” del cataclismo total predijeron que: "entre el 22 y el 28 de septiembre, una gran roca chocará contra la Tierra y destruirá nuestro planeta."
La NASA ya lo ha desmentido pero esto no frena a los defensores de la Teoría del Apocalipsis que afirman que “el día del Juicio Final” está más cerca que nunca gracias a las tensiones nucleares, el cambio climático y la contaminación. ¿Está, realmente, nuestra existencia en peligro?

La luna de sangre lo ha anunciado, las profecias se cumplen; en cataluña, sujetos de piel roja, con cuernos y tridente han logrado su objetivo, la hora ha llegado.
Y vosotros pensaréis, nah, la roca que iba a destruir la tierra se esperaba del 22 al 28 del mes y ya se está acabando el día. ¡Cuan equivocado estás, amigo!, la roca ¡ya ha caido!
Aquí podemos verlo:
Fue aquí. INNEGABLE.


Por supuesto, el fin del planeta no será inmediato ni espectacular, como nos tienen acostumbrados en la gran pantalla las grandes superproducciones.
No, lo que no se ha contado de la caida de esa roca es, que el golpe ¡nos ha sacado de la órbita!. Nuestro planeta vagará lentamente alejandose del sol. Cercanos a Marte, la mayoria de la población, fauna y flora se habrá extinguido. Los supervivientes, cobijados en cúpulas reforzadas o en búnkeres, asistirán a la destrucción total, cuando el planeta choque con Plutón. ¿Coincidencia? NO LO CREO.

Los humanos aún no os habéis dado cuenta pero los animales si lo sentimos y algúnos muestran comportamientos extraños. Y yo vivo al lado ¡estremecedor!

Perezcan ustedes como mejor sepan y gusten.
¡A la mierda la dieta de lechuga, me voy a poner de sugus hasta las trancas!

lunes, 11 de mayo de 2015

Federica, estudiante

Federica tiene 16 años, y acude al instituto con normalidad. Todo en su vida es bastante normal para lo que corresponde a su edad, desde su familia a sus amistades, pasando por el rendimiento escolar.

Pero no siempre ha sido así. Federica aprendió a leer antes que a andar, y los profesores hablaban con sus padres cada año para convencerles de adelantarla un curso o dos. Era obvio que se aburría en clase. Sus padres insistían en que debía estar con niñas y niños de su edad, pero accedieron a hacerle un test de inteligencia. Obtuvo un resultado mucho más alto del esperado, pero no quisieron decirle a ella la cifra exacta.

Federica no sólo se aburría en clase. Con 8 años se había aburrido de la sección infantil de la biblioteca local y se colaba en la de adultos. Su padre, electricista de profesión, no daba crédito cuando la oía hablar de electrones y teoría del campo unificado. Su madre, ama de casa, se debatía entre el orgullo por tener una hija tan lista y el temor de que no pudiera encajar en la sociedad. Pues, en efecto, Federica casi nunca hablaba con personas de su edad.

Sin embargo, al llegar a la adolescencia, observaron que su grado de integración social aumentaba. Era algo gradual, pero parecía que se empezaba a interesar por las mismas cosas que sus compañeras. Al principio pensaron que sería cosa de las hormonas, pero la psicóloga del instituto insistió en repetir los test. Aquello fue una sorpresa, ahora su inteligencia era normal. ¿Era posible que se hubiesen equivocado antes? ¿Cómo explicar su comportamiento antisocial del pasado, entonces? ¿Y la tesis que había escrito sobre la viabilidad de los microagujeros negros de cinco dimensiones? ¿Todo había sido una fase? ¿Algo que había comido?

Mi entrevista con Federica fue breve. Me transmitió la sensación de que era completamente normal en todos los aspectos, quizás un poco vulgar. Estaba al tanto de la última movida en el Sálvame, las expulsiones del Gran Hermano, los tronistas, los Gemeliers, etc... Aquello despertó una alarma en mi cabeza.

"¿A qué edad empezaste a ver Telecinco? ¿Te gustaba cuando eras más joven?" Le pregunté. Federica se sonrojó un poco, y acabó confesando en un susurro que antes no veía apenas la televisión. Durante una estancia en cama por un pequeña lesión empezó a verla con asiduidad y descubrió que luego le costaba más leer, pero le costaba menos relacionarse con los demás. Así que siguió adelante, hasta sus últimas consecuencias, en parte por hacer un experimento y en parte porque encajar entre sus compañeras la hacía más feliz. Supongo que no somos nadie para juzgar su decisión. Tal vez en un futuro cambie de idea. Sea como sea, sus padres estarán con ella para darle su apoyo.

jueves, 9 de abril de 2015

Barbara Cartman, escritora

Como ustedes ya sabrán Barbara Cartman es una famosa escritora de novelas románticas. No es raro encontrar sus obras en las estanterías de los aeropuertos, ni en las manos de mujeres de todas las edades. Según las solapas de sus libros vive feliz en el campo con su marido y tres hijos, pero concede muy pocas entrevistas. Y hasta ahora todas eran por escrito.

Me costó mucho tiempo conseguir que su editorial me diera una entrevista en persona, y debo aclarar que no acudí con excesivo entusiasmo ya que por imperativos culturales (soy un varón) no había tenido el valor de conocer y apreciar tal estilo de narrativa. Sin embargo, dada la fama de la autora y la insistencia del New York Globe, acabé sentado en una cafetería, esperando la llegada de Barbara Cartman, que se presentaría a las 12 del mediodía portando su último gran éxito, "Despertares inolvidables".

Al principio pensé que se trataba de una broma, ya que la persona que se sentó frente a mi con ese libro era un hombre bastante grandote y calvo. Luego pensé que se trataba del típico autor con seudónimo. Acerté a la segunda.

"Verá, no puedo darle mi verdadero nombre, pero suelo firmar como Barbara Cartman."

La entrevista, pues, no giró en torno a su idílica vida en el campo con un marido y tres hijos, pero sí le pregunté acerca de cómo empezó a dedicarse a la literatura.

"Por terapia." Me respondió. "Mi tabajo me genera mucho estrés, estuve yendo a psicólogos y grupos de ayuda... Mis compañeros lo llevaban bastante bien porque son menos sensibles, y dado que me dedico a matar gente no podía darles detalles a los psicólogos... Sin embargo, escribir me libera. Cuando aprieto el gatillo la bala tarda un segundo en alcanzar el objetivo y tengo que quedarme mirando para ver aparecer la nube rosa alrededor de su cabeza, me resulta duro hacerlo, está muerto pero todavía no lo sabe, y luego llego a casa y lloro, me pongo un capítulo de una serie o una película de Meg Ryan, como mucho helado... Cuando escribo puedo ser una chica inocente, conocer un príncipe azul que me rescate. Es bonito, me identifico con mis lectoras, no somos tan diferentes. Tenemos sueños, ¿sabe?"

Yo removía el café con la cuchara, pensando en la mejor forma de continuar la entrevista. Y, admitámoslo, en excusas para acabarla cuanto antes. Le pregunté por su técnica para crear personajes.

"Reconozco que son un poco estereotipados y previsibles. No soy un gran lector. Cuando estás en Afganistán cavando zanjas no tienes mucho tiempo para leer, pero sí puedes conversar y filosofar. Mis compañeros son hombres rudos, me sirven de inspiración para algunos personajes, pero son gente sencilla. Son realmente planos. Yo tengo un alma más compleja, más femenina."

Reconocí que no había leído ninguno de sus libros, y me regaló el que llevaba.

"Creo que puede gustarle. Tiene un final feliz. Todas mis historias acaban bien."